Dinámicas contrapuestas (Etiker Taldea)

23/05/2020

Dinámicas contrapuestas

La  coincidencia de haber nacido un 22 de abril, Lenin en 1870 y Arizmendiarrieta en 1915, nos ofrece la oportunidad de contrastar sus respectivas dinámicas de transformación social, en orden a un posible discernimiento de lo que hoy cabe hacer para humanizar la sociedad que vivimos.

La dinámica de transformación social que empleó Lenin fue la de arriba abajo. El centro polarizador de su personalidad revolucionaria fue la conquista del poder. Lenin admitió la colaboración de todos los demás partidos revolucionarios, dispuestos a destruir el odiado régimen del zar, pero como simple táctica para la definitiva conquista del poder. Desde su cúspide, que logró alcanzar, en octubre de 1917, mediante “el asalto al Palacio de Invierno”, supo imponer su voluntad, y lograr así la aniquilación de todo disidente.

Su dinámica de transformación social, expuesta ya en el “¿Qué hacer?”, se basó en la teoría y práctica del Partido único (bolchevique), que dictaba de arriba abajo lo que había que hacer: ante todo, obedecer sin fisura alguna las directrices del Estado leninista, único capaz de eliminar a enemigos y disidentes, y de crear una nueva sociedad. Tal Partido estaba compuesto por una minoría de revolucionarios cuya base era la adhesión a la teoría marxista en su versión estrictamente leninista. Dado que los proletarios no eran capaces de acceder por sus propios recursos a una verdadera conciencia de clase revolucionaria, ésta debía introducirse desde el exterior por los que, aun siendo de procedencia burguesa, habían llegado a la conciencia revolucionaria gracias al marxismo. Así, al Partido correspondía la dirección de toda la transformación social revolucionaria, por ser el único que disponía de una teoría verdaderamente científica, aplicable a lo político, lo económico, lo cultural y lo social. Al final, la dictadura del proletariado, por su ideología estatalista y por su implacable dirigismo, se convirtió en dictadura sobre el proletariado.

La dinámica de transformación social animada por Arizmendiarrieta era, por su parte,  de dentro afuera y de abajo arriba. Una dinámica mucho más lenta, pero a la larga más humanamente transformadora.

Cuando en 1941 Arizmendiarrieta llegó a Mondragón, se encontró con un pueblo deprimido y enfrentado, necesitado de pan, trabajo y, sobre todo  dignidad humana. ¿Qué hacer ante tanta necesidad material y moral, y con una juventud sin esperanza de futuro? Arizmendiarreta apostó por los jóvenes, a los que insufló espíritu de realismo y dinámica de transformación: de dentro afuera y de abajo arriba. Lo suyo fue sembrar en sus corazones semilla de transformación personal y social. Su obra educadora fue como la del sabio labrador que echa buena semilla en el corazón de la tierra y sabe esperar a que surjan y maduren los frutos. Arizmendiarrieta no fue el clásico agitador revolucionario que pretende un cambio socio-político rápido y forzado. Su labor fue lenta y constante, acorde con el proceso de formación de la persona y de su capacidad de transformación social. Desde esta perspectiva afirmaba que “la formación de una persona parte de cien años antes de su aparición”. Arizmendiarrieta se preocupaba de lo social, pero para él “todos los problemas económicos, políticos y sociales se reducen en último término al problema hombre”. Y como tal su formación ha de ser “permanente para que sea eficiente”. Es lo que garantiza una verdadera sociedad democrática. De ahí su consigna: “Hay que socializar el saber para democratizar el poder”. Para Arizmendiarrieta “la revolución hoy se llama participación

De cara a la realidad, Arizmendiarrieta supo ver y ayudar a ver las verdaderas necesidades de ámbito material, cultural y social del entorno, tratando de darles respuesta positiva desde el espíritu y la práctica de la cooperación. Así, la propia experiencia cooperativa “convoca a las personas a una obra colectiva pero deja a cada uno su responsabilidad”. En esta obra colectiva “han de poder convivir y complementarse los conservadores y los progresistas, los reformistas y los revolucionarios, el reposo y la inquietud, la paz y la lucha, la aglutinación de fuerzas dispares” Todo ello sabiendo integrar teoría y acción. “El mundo no se nos ha dado simplemente para contemplarlo, sino para transformarlo y esta transformación no se hace con los brazos sino primero con las ideas y los planes de acción”. Al final, “la idea o la palabra buena es la que se convierte en acción”.

Nos encontramos ante dos líderes, dos pensadores abocados a la acción, que impulsaron dinámicas contrapuestas de transformación social.  Hoy por hoy, nos quedamos con Arizmendiarrieta. Éste muestra a la izquierda que la verdadera revolución se hace desde la libertad de la persona, y de abajo arriba. A la derecha, que no hay verdadera libertad sin empeñarse personal y colectivamente por  la justicia social. ¿Estamos dispuestos a cooperar con unos y otros, al servicio de una verdadera transformación personal y social?

 

Etiker Taldea

(Pako Etxebeste)