El empoderamiento de las mujeres (Maria Carmen Gallastegui Zulaika)

11/12/2017

El empoderamiento de mujeres es un término que fue acuñado en Pekin en 1995 para referirse al aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Se podría resumir en una frase, “La recuperación de la propia dignidad de las mujeres como personas,” que sirve para abarcar muchos de los problemas que nos afectan, la horrible violencia machista, el tremendo y generalizado acoso sexual hasta la discriminación laboral y la pirámide de poder que ciertamente opera en nuestra contra.  Del acoso sexual y la violencia machista la evidencia que está saliendo a la luz es desgarradora.  En el acoso sexual las que lo han sufrido están siendo capaces de denunciarlo públicamente y la violencia exige actuaciones inteligentes y rotundas.  Es preciso, además, que seamos conscientes de que el empoderamiento de las mujeres ayudara a luchar contra el acoso y la violencia machista.  Son los que tienen poder sobre las mujeres los que logran aprovecharse de ellas y siempre estaremos en desventaja si las mujeres no conseguimos ocupar puestos de responsabilidad en todos los ámbitos.

En la cuestión del empoderamiento quiero abordar tres aspectos: i) la discriminación laboral que perjudica a las mujeres y tienen implicaciones económicas severas, ii) la influencia de los incentivos en las decisiones laborales de las mujeres y iii) la cuestión de las mujeres y la ciencia.

Marta Macho Stadler, Catedrática de Matemáticas de la UPV/EHU, hace ya meses, escribía una reseña titulada “Mujeres y la ciencia: la importancia de las redes sociales”. Fue con ocasión del Día Internacional de la Mujer que tuvo como lema “Por un planeta 30-30 en 2030”. Marta mantenía que el lema y el objetivo eran demasiado optimistas y creo que tiene razón.   Estos procesos son lentos, demasiado lentos.   Las mujeres se han incorporado al mundo de la investigación, la ciencia y la tecnología hace ya tiempo pero sigue sin haber suficientes mujeres en puestos de decisión o de liderazgo.

Por poner un ejemplo cercano, en la UPV/EHU hemos tenido que esperar muchos años para poder tener a una mujer como Rectora. A saber por qué.  Tengo muchas intuiciones pero no suficientes evidencias.  Durante algún tiempo pensé que la discriminación femenina era algo que se podía evitar con educación y formación.  Con que todas las mujeres, o una gran mayoría, tuviéramos acceso a la educación necesaria para poder ejercer una profesión que nos gustara y hacerlo bien, creía que la discriminación iría desapareciendo.   Lamentablemente no ha sido así aunque es cierto que hay algunos hechos que actúan a nuestro favor.  Por ejemplo, las redes sociales se han convertido en una poderosa herramienta de denuncia ante comportamientos sexistas también en la ciencia. Ha habido respuestas rápidas en twiter ante afirmaciones increíblemente estúpidas de científicos relevantes e infinidad de fotografías que inundaron la red con rapidez, mostrando a las mujeres trabajando en laboratorios vestidas con equipamiento de seguridad.   Sin embargo en Wikipedia, la enciclopedia que usamos gratuitamente en Internet, son muy pocas las biografías dedicadas a mujeres científicas en comparación con las correspondientes a las de los hombres.  Y Laura Ferucci, impulsora de la visibilidad de las científicas en Wikipedia, apuntaba a la escasez de editoras en este medio como uno de los problemas clave a atender.   Otro aspecto a atender.

Me referiré, por último, a alguno de los estudios que se han llevado a cabo acerca de la competitividad de las mujeres en su trabajo.  Se trata de comprobar si esa creencia, bastante común, de que no triunfamos porque somos menos competitivas que los hombres es o no cierta.  Desde luego mi experiencia me dice que la competitividad no está restringida al género masculino.   Conozco a muchas mujeres que luchan por ser de las mejores.  Y es ya evidente que podemos competir tanto como los hombres aunque los incentivos que nos llevan a competir sean diferentes a los de ellos.  En los ambientes competitivos, normalmente, los incentivos son monetarios; sin embargo, en general las mujeres con hijos pequeños somos más sensibles a compensaciones que puedan influir en el bienestar de nuestros hijos que a la compensación económica per se.  No es, por tanto, la competitividad lo que nos falta, sino los incentivos correctos, algo que es más sutil pero que tiene que resolverse.

Y termino.  En marzo del año pasado, la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres decía “Al final las mujeres obtienen la igualdad. La única pregunta es ¿por qué debemos esperar? ¿Por qué?” Es una buena pregunta y una posible respuesta tiene que ver con el empoderamiento.  Mientras las mujeres con los mismos méritos que los hombres no ocupemos puestos de responsabilidad no habrá igualdad y será imposible vencer la violencia y el acoso sexual.  ¿A qué esperamos?

Maria Carmen Gallastegui Zulaika
Catedrática de Teoría Económica de la UPV