Una crisis sin Lehman Brothers (Jon Emaldi)

05/01/2019

Una crisis sin Lehman Brothers

Con el décimo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers,  uno de los grandes bancos de inversión americanos, estamos recordando la Gran Crisis iniciada en 2007.  Como motivos se insiste en su origen en las hipotecas subprime americanas, y las malas prácticas de los grandes bancos de inversión internacionales.

Uno de los mjores economistas del siglo XX, John Kennet Galbraith, insistía en que los desastres financieros se olvidan rápidamente, ocultos por la fe inquebrantable en la inteligencia de los mercados, y en los beneficios que la eliminación de restricciones regulatorias les aporta, en especial facilitando la innovación financiera. También concluye que tras las burbujas especulativas lo habitual es dar explicaciones que nunca van al origen real.

Una anécdota muy significativa que podemos recordar: Preguntado, en julio de 2007, por qué su banco había asumido riesgos tan disparatados durante la crisis, la explicación que dió Charles Prince, el primer ejecutivo de otro de los grandes bancos de inversión, Citybank, fue que aunque ellos identificaban una burbuja especulativa que ponía en riesgo la economía global, no podían parar de asumir riesgos, mientras seguían obteniendo beneficios increíbles, porque si no, sus competidores les tomarían la delantera. Ellos no podían ser menos que los demás grandes bancos, no podían quedarse fuera. La expresión que utilizó se hizo famosa: “Mientras dure la música, tienes que bailar, y nosotros seguimos bailando”.

En España, los periódicos no dedican la misma atención que a las hipotecas subprime y la quiebra de Lehman Brothers a la fiebre especulativa que duró 10 años y multiplicó el valor de las viviendas, nuevas y usadas, haciendo así ricos, no solo a los promotores inmobiliarios, sino también a todas las personas que durante aquellos años teníamos o vendimos una casa.

En el Estado no hubo hipotecas subprime, ni tampoco contaminación por los activos financieros emitidos en base a esas hipotecas. Fue pura crisis de sobre-endeudamiento y de especulación sobre la vivienda.

Es cierto que se generalizaron las facilidades para conceder hipotecas, y que a partir de las facilidades crediticias se generó una burbuja de la construcción y una revalorización de las viviendas absolutamente descontroladas. Una burbuja que duró 10 años, y que generó una expansión económica extraordinaria, creando, entre 2000 y 2007, 5 millones de puestos de trabajo. Las cifras de la crisis posterior son conocidas: la destrucción de empleo duró desde 2008 hasta 2013, cuando se superaron los 6 millones de personas en paro.

El fondo de la especulación fue el comportamiento de los distintos agentes económicos y sociales, especialmente el sector de la construcción y los particulares, que se aprovecharon del “baile mientras duró la música”, y también la banca, en especial  las muchas cajas de ahorros hoy absorbidas para evitar su liquidación. El modelo de crecimiento de las cajas era financiar la construcción y la compra de viviendas con fondos que no tenían, de modo que se endeudaron de manera descontrolada, aprovechando la apetencia de los bancos, fondos de inversión, y demás operadores internacionales.

“Las armas de destrucción masiva” que emitieron los grandes bancos de inversión internacionales a partir de las hipotecas subprime generaron una contracción del crédito a nivel global. Este frenazo hizo imposible refinanciar el endeudamiento internacional de las cajas de ahorro españolas, haciendo saltar en pedazos un modelo de crecimiento nada sostenible. Pero los protagonistas de la generación de la crisis fuimos muchos, todos y todas los que nos beneficiamos de los años de expansión.

A partir de las ideas de Arizmendiarrieta y de la realidad de los éxitos de muchas cooperativas, se está empezando a avanzar en lo que se está llamando la “economía de cooperación”. ¿Algunas de estas ideas pueden ayudarnos a avanzar en el funcionamiento de las empresas y de la economía en general, para alejar los riesgos de nuevas crisis?. Sin generar expectativas desorbitadas, sí se constata que empieza a aceptarse con un cierto consenso que la participación de las personas en la empresa, en los resultados, en las formas de gestión, incluso en la propiedad, son elementos que, adaptados a la realidad de cada centro de trabajo, aportan valor, de modo que el que actual “trabajador del conocimiento” si trabaja en un entorno en el que se siente partícipe, se esfuerza más y aporta más a la empresa. Y si la aportación de cada trabajador mejora, gana la empresa, pero también cada persona.

En otros ámbitos, la cooperación también se da, y tenemos cerca ejemplos de  colaboración entre empresas, o de colaboración entre lo privado y lo público, que también se empiezan a reconocer como iniciativas que conjuntan éxito económico y social, y a las que vale la pena mirar, para adaptar e imitar.

Desde luego, el cortoplacismo, la maximización del beneficio del siguiente trimestre, la defensa del modelo de empresa de confrontación, y un largo etc., son todos elementos que tenemos que superar, porque, sin unos objetivos y unas referencias de largo plazo, y de equilibrio entre los intereses de todos los grupos, internos y externos, afectados por la actividad económica, la lógica de aprovecharse de las coyunturas sin importar los riesgos, de “bailar mientras dure la música”, desgraciadamente ya sabemos que nos llevan a nuevos episodios de euforia, seguidos de crisis de las que volverá a ser difícil escapar.

 

Jon Emaldi

Miembro de la Junta Directiva de ALE – Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea