Una nueva era para las finanzas sostenibles (Jon Rekakoetxea)

11/03/2020

Una nueva era para las finanzas sostenibles

“El trabajo es enorme, la ventana de oportunidad es pequeña, y los riesgos son existenciales”

Estas declaraciones hace unos meses del ex – gobernador del Banco de Inglaterra y nuevo enviado especial de Naciones Unidas para el cambio climático, Mark Carney, mostraban una urgencia dramática para que los gobiernos, empresas, sector financiero, mundo académico, científicos…aúnen esfuerzos para reducir los efectos del cambio climático.

A pesar del fracaso de la COP25 en Madrid en diciembre, algo anticipable dado el perfil bajo de las delegaciones asistentes, el año 2020 se espera que sea clave dada la necesidad de impulsar el Acuerdo de París de 2015, que fue tan exitoso pero que parece que ha perdido fuelle. Además, hace falta dotar de mayor concreción y ejemplos exitosos de cómo se puede aportar positivamente a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible ahora que se cumple el primer tercio del camino marcado por la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

La tendencia a nivel mundial es imparable. Sólo hace falta ver que en la reciente cumbre de Davos no se ha hablado de otra cosa. El uso desmedido de recursos naturales y la creciente desigualdad y corrupción suponen los principales riesgos en la actualidad para el desarrollo de empresas y países, lo que impacta no sólo en nuestro día a día sino también en nuestros ahorros.

De hecho, en el reciente informe sobre riesgos globales que publica anualmente el Foro Económico Mundial (“WEF”, sus siglas en inglés), resulta llamativo ver cómo, por primera vez en los quince años que llevan haciendo el análisis, los cinco principales riesgos en términos de probabilidad de que ocurran en la próxima década son ambientales: condiciones metereológicas extremas, acción fracasada para proteger el medioambiente, desastres naturales, pérdida de biodiversidad y desastres ambientales generados por el ser humano. De estos, tres se mantienen en el “top-5” de riesgos con potenciales mayores impactos.

Con el fin de dar solución a esta problemática, se estima que se necesitan entre dos y tres billones de dólares anuales de inversión para evitar un desastre climático para 2050, por lo que no sólo es necesaria la participación de países, gobiernos y entidades supranacionales sino también del sector privado. En Euskadi, donde existe una gran tradición de colaboración público-privada, llevamos años dando pasos en esta dirección gracias a iniciativas como el foro internacional “Biscay ESG Global Summit” de la Diputación Foral de Bizkaia o el seminario de verano de la Deusto Business School “ESG Investment and Finance Summer Programme”.
En este entorno donde crece la presión regulatoria por parte de organismos como la Comisión Europea con su “Plan de acción de finanzas sostenibles”, o por el empuje de figuras mediáticas como Greta Thunberg, los principales inversores a nivel mundial no se han quedado quietos. Fondos soberanos como el noruego o grandes gestoras mundiales como Blackrock han entendido que la aplicación de estos criterios de sostenibilidad o criterios ESG (“ASG” en castellano: Ambiental, social, gobernanza) en sus procesos de inversión es clave, de la misma forma que han de ser más rigurosos en su relación con las empresas en las que invierten mediante los procedimientos de voto en juntas de accionistas o a través del diálogo constante con ellas para que sean más sostenibles.

Es necesario recalcar que no se trata de “buenismo” o “altruismo” sino de que las empresas se están dando cuenta de que ser cuidadosas con el medioambiente y con los distintos grupos de interés con los que se relacionan, puede ser más justo y además, rentable. En caso de no hacerlo, los problemas pueden acechar de forma súbita. Sólo hace falta recordar lo caro que le salió a Ryanair el tener que cancelar rutas de vuelo de la noche a la mañana porque decenas de pilotos se marcharon a otra compañía principalmente por las precarias condiciones laborales. Otro ejemplo muy claro es el sector del automóvil, que se enfrenta a grandes sanciones en Europa si no reduce las emisiones de CO2 bajo un determinado nivel en los próximos dos años.

Pero en este 2020, se espera que la fase de iniciación de entender qué es este “movimiento ESG” pase a un nivel superior. Este año va a ser crucial para poder ir aclarando diversas cuestiones relacionadas con la credibilidad de esta nueva corriente, ya que existe un alto grado de confusión acerca de lo que es la inversión con criterios ESG y qué se puede esperar de ella.

En nuestra cabeza se nos agolpan multitud de cuestiones sin una aparente única respuesta correcta, tales como “¿Puedo comprar bonos de EEUU ahora que ha decidido salirse del Acuerdo de París?”, “¿Puedo invertir en bonos de países donde existe la pena de muerte, o en países poco democráticos, como por ejemplo Singapur?“, “¿Cómo tengo que abordar una transición ecológica que puede tener un gran impacto positivo en el medioambiente pero que puede generar desempleo, pobreza e inestabilidad en regiones cuyo principal sustento es el petróleo y gas?”

Es normal que, ante algo tan disruptor y de tan reciente aceleración, nadie se quiera quedar atrás y, por tanto, se incrementen los riesgos de lo que los anglosajones denominan “greenwashing” o “lavado de imagen verde”. Es por ello que crece la necesidad de ser muy rigurosos con cómo se introducen estos criterios ESG en el proceso de inversión, desde el análisis de compañías y gobiernos, hasta la forma en la que los fondos de inversión, EPSVs y fondos de pensiones reportan, por ejemplo, su contribución a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La certificación de que realmente haya procedimientos estrictos y razonados que muestren que se aplican los criterios ESG en las carteras de inversión va a ser vital. Creemos que esta opinión de terceros independientes o certificadores va a ser un antídoto necesario ante razonamientos y planteamientos que en algunos casos se perciben como frívolos.

Cuando se nos pregunte qué podemos hacer para aportar nuestro granito de arena, la solución pasa por pequeños gestos diarios como el reciclaje pero también desde nuestros ahorros, sean grandes o pequeños. Introducir los criterios de sostenibilidad supone una mejora necesaria en nuestras carteras de inversión, las cuales debemos recordar que siguen sosteniéndose en una correcta diversificación y un adecuado perfil de riesgo.

Como si el destino nos quisiera hacer un guiño, el año 2020 será un año bisiesto. Esperemos que esas 24 horas extra estén bien empleadas para retomar una senda sostenible desde el punto de vista de equilibrio ambiental, de inclusividad y justicia social.

Jon Rekakoetxea
Director de Inversiones ESG de Fineco-Banca Privada Kutxabank