¿Ahora qué?¿Consumo o ahorro? (Jon Emaldi)

16/09/2020

Empiezo con un chiste / anécdota de economistas. Winston Churchill, el Primer Ministro inglés se quejaba amargamente de los consejos de los economistas.  Decía, con su sarcasmo habitual, que cada economista al que preguntaba le daba una solución diferente a un problema, excepto Keynes, el mejor economista del siglo XX, que en lugar de una solución le daba dos.

Con esto quiero ilustrar que los economistas no suelen dar respuestas y orientaciones únicas, y que según las convicciones personales, las respuestas se mueven en una dirección o en otra.  Así que partamos de que estas reflexiones surgen de lo que en la Fundación Arizmendiarrieta estamos llamando “economía de cooperación”, y que se basa en la cultura humanista y pragmática que desarrolló Arizmendiarrieta, el impulsor de las cooperativas de MONDRAGON.

La pregunta es cuáles tienen que ser nuestras prioridades para recuperar la economía vasca tras el mazazo de una caída del PIB de más del 10%. Tras una crisis de este nivel, es imprescindible saber en qué dirección ir.  Lo mismo que la pandemia se ha controlado con el confinamiento, en el que los protagonistas hemos sido la ciudadanía, es necesario que todos y todas tomemos el protagonismo para encauzar la economía en un entorno en el que la velocidad de adaptación es crítica.

La primera respuesta suele ser que hay que recuperar el consumo.  Es una verdad a medias.  Sin duda el sector público está elevando su consumo, y esto es imprescindible para paliar la situación de las personas vulnerables, para mejorar las coberturas sociales, para trasladar ayudas y subvenciones a autónomos y empresas, y así recuperar la actividad y el empleo.   Consumo público para el que las administraciones no tienen fondos suficientes, y que exige endeudarse, de una forma que en otras circunstancias calificaríamos de insostenible.

Pero esta receta no es aplicable al consumo de nuestras familias.  El drama es que el consumo privado sí tiene que volver a un nivel razonable, sin duda, pero no debe endeudarse pensando en que este sea el motor del crecimiento.  El endeudamiento público en buena parte tiene que compensarse con ahorro privado.

Unos datos que apoyan esta afirmación. A la pregunta de si los vascos somos consumistas o ahorradores, la respuesta está en compararnos con nuestro entorno: En la Europa de 28 países, el porcentaje que supone la suma del consumo público y privado sobre el producto interior es el 75,5%.  En España el consumo total es el 76,9% del PIB, en Euskadi el 77,8%, y por tomar una referencia de buena práctica, en Alemania el 72%, casi 6 puntos menos que aquí. Cada punto más en estos ratios es un montón de millones de €uros que aumentan el consumo y reducen el ahorro.  Y estamos hablando de la suma de lo público y lo privado, así que una parte importante de ese incremento enorme del gasto público habrá que compensarlo con ahorro interno, porque el endeudamiento, como nos enseñó la crisis pasada, puede empujar la actividad, pero a medio plazo es imprescindible controlarlo en niveles razonables.

No priorizar el consumo privado tiene implicaciones que no nos gustan (moderación salarial, esfuerzo impositivo, …).  No es atractivo.

Otra respuesta es incrementar la inversión y la competitividad de nuestras empresas.  Esto es imprescindible, pero no es algo fácil ni inmediato.  El dato es que a pesar de la mejor situación económica de los últimos años, en Euskadi la suma de la inversión pública y privada apenas aumenta, supone el 24% del PIB (en 2012 era el 25%).  Además, la formación bruta de capital que se contabiliza como I+D+internet no llega al 5% del PIB, y este porcentaje tampoco está creciendo.

Para incrementar la inversión, empresas y administraciones necesitan cambios estructurales.  No se necesitan solo más recursos tecnológicos.  También cambios en lo organizativo y en los procesos de decisión, buscando que las personas se sientan más comprometidas y aporten un mayor valor añadido en cada tarea y en cada proyecto.

Un requisito básico para invertir es la confianza en el rendimiento que se obtendrá, por mayores ingresos derivados de valor añadido y mejor competitividad, y por menores costes.  Las expectativas externas, de evolución de los mercados, pueden mejorar, pero no está en nuestras manos gestionarlas.  Las expectativas internas, dentro de la empresa, sí las podemos gestionar.  Un programa de inversiones, que normalmente se acompaña también de un programa de ajuste de costes, será más eficaz, y más rápido de implantar, si las relaciones entre propietarios, directivos y trabajadores pasan de un enfoque de enfrentamiento a un enfoque de colaboración.  Si dentro de la empresa no se consigue crear un clima de confianza y participación, y no se comparte suficientemente que los ajustes y los beneficios se van a repartir de un modo equilibrado, en un entorno tormentoso como el actual, será muy difícil que la inversión de las empresas se recupere.  Por muchas facilidades de financiación que se pongan en marcha.

Mi experiencia en un sector tan tecnológico como el de la banca es que la digitalización de los procesos es imprescindible, pero el banco para convertirse en “omnicanal”, necesita cambiar sustancialmente las habilidades digitales de toda su plantilla, y la rapidez en ese cambio depende sobre todo del nivel de esfuerzo y de adhesión personal al proyecto. De modo que una Caja relativamente pequeña, pero muy cohesionada, con unos niveles de inversión en tecnología sustancialmente menores que otros grandes bancos, aparece destacada en los rankings de uso y satisfacción con su banca digital.

Ahorrar más con tipos de interés cero implica apostar por la previsión y la seguridad. Mejorar la organización y el equilibrio de intereses y poderes dentro de la empresa es un requisito para invertir.  En ambos casos, ahorro e inversión, necesitamos priorizar la visión a medio plazo para obtener éxito en la nueva normalidad.

Jon Emaldi
Profesor de Deusto Business School. Socio de trabajo de LABORAL kutxa.