Debate político y modelo económico (Javier Retegui)
03/10/2016
Las elecciones generales han mostrado ideológicas y tácticas que los partidos políticos ofrecen a los electores. Durante la campaña han presentado fórmulas y promesas para resolver los acuciantes problemas sociales.
La economía ha centrado el debate, aunque, a decir verdad, la opinión pública ha focalizado su atención en airear “trapos sucios” sin entrar en el fondo de las propuestas. El elector lo ha tenido difícil, por la falta de modelos donde elegir y por la carencia de una visión clara del devenir de la economía.
Estamos instalados en una economía neoliberal, dominada por el capitalismo financiero que impone sus condiciones. El objetivo es obtener el máximo beneficio del capital; las personas y comunidades adquieren un papel instrumental que se usa mientras dure su utilidad. Economía sin arraigo, que huye de compromisos estables y busca su aplicación allí donde le ofrezcan menores cargas sociales. La deslocalización de la actividad, el uso de paraísos fiscales, la “ingeniería financiera” y la movilidad territorial de los beneficios, son mecanismos que se utilizan sin pudor.
Los partidos políticos asumen la situación, algunos con entusiasmo adaptándose a las exigencias del modelo y otros a regañadientes tratando de minimizar los desequilibrios sociales que produce. Mientras, el debate político se limita a debatir la distribución de cargas fiscales y el nivel de prestaciones sociales.
¿No hay modelos u opciones alternativas de economía? ¿Estamos abocados a ser arrastrados por las finanzas internacionales o podemos asumir el protagonismo económico?
Es preciso recordar que la economía es parte integrante del “sistema social” que armoniza y equilibra diversas estructuras, al servicio del bien común de personas y comunidades. El desmembramiento de la estructura económica, que “anda por libre” secuestrada por intereses especulativos del capital, supone la ruptura del equilibrio y deja inermes a comunidades y personas que ven impotentes el devenir de los acontecimientos, sufriendo sus consecuencias y sin capacidad de intervención.
Ante la imparable corriente de la evolución económica hay tres posibles alternativas: dejarse arrastrar aguantando sus consecuencias (actual situación), oponerse de frente y luchar contracorriente (devenir incierto) o instalarse en la corriente y dirigir el rumbo en función de los intereses de la comunidad y de las personas (conducir el cambio). Esta tercera opción es sin duda la más inteligente y supone buscar un nuevo “equilibrio dinámico” del sistema social donde se incluya la economía en la armonía de las diversas estructuras.
La actual organización de la sociedad impide que esta dirección pueda ser adoptada por decisiones políticas. Las instancias públicas no tienen capacidad operativa ni instrumentos para marcar el rumbo económico. El debate cambia de plano y se plantea en la capacidad de una comunidad para generar un modelo económico, ligado a sus intereses, que sea tanto o más eficaz y competitivo que el que nos impone el neoliberalismo global. Requiere una respuesta conjunta de intereses sociales, económicos y políticos para marcar un camino diferenciado por el que puedan transitar los intereses sociales. Se trata de una nueva forma de “equilibrio dinámico” regido por la capacidad de innovación y liderazgo, más que por normas coercitivas.
La construcción del sistema comunitario requiere: generar conciencia social de participación, establecer redes de cooperación entre empresas e instituciones y diseñar proyectos ambiciosos, auténticos retos competitivos que pongan a prueba al conjunto de la sociedad.
Se trata de un “sistema” generado desde la voluntad social y la confluencia de esfuerzos, capaz de impulsar proyectos que pongan a prueba la imaginación y capacidad de innovación. Es pasar de un sistema “tutelado” por el estado a otro regido por la participación y cooperación comunitaria.
El País Vasco cuenta con importantes recursos, insuficientemente utilizados: niveles de formación, tradición participativa y comunitaria, red de centros tecnológicos y de investigación y enraizamiento de instituciones públicas. Tenemos los “mimbres” para construir un gran proyecto innovador de sociedad.
A la “ingeniería financiera” que trata de minimizar las cargas sociales, es preciso oponer la “ingeniería social” que trata de optimizar los recursos disponibles mediante la participación y la cooperación.
El debate político podría servir para esclarecer el marco económico que se propugna.
Javier Retegui
Miembro de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa