El reto de mantener los centros de decisión (Guillermo Dorronsoro)
28/09/2018
El reto de mantener centros de decisión empresarial
Tuve la oportunidad de participar estas semanas estivales en el interesante Curso de Verano organizado por Eurobasque “Europa de las Regiones y el futuro federal de Europa”, en el que se pasó revista a las diferentes dimensiones que afectan a las dinámicas territoriales de centralización y descentralización en Europa.
La unión económica y monetaria, la libertad del movimiento de capitales, es una de estas dimensiones. Una parte fundamental de estas políticas se dirige a regular la moneda (el euro) y las entidades financieras, aunque también las fuentes de financiación complementarias a la bancaria son objeto de planes de acción específicos de la Unión Europea (mercados de capitales, capital riesgo…)
Y es precisamente en esta dimensión en la que se concentra un reto fundamental para Europa, pero en el que reflexionamos pocas veces. La globalización exige a las empresas dimensión para competir a esa escala. Y alcanzar esa dimensión exige fuertes necesidades de financiación, tanto en forma de capital como de deuda.
Y el reto viene de la fuerte concentración geográfica que se ha producido en los últimos años en los mercados de capitales, tanto por parte de entidades financieras, como por parte de los inversores. La proximidad al regulador y a las bolsas más dinámicas, las economías de escala, y las oleadas de fusiones y adquisiciones generan una poderosa fuerza de atracción en torno a un número muy reducido de nodos: Londres, Zurich, Frankfurt, París, Madrid…
Las empresas, a medida que van creciendo, van precisando de mayores niveles de capitalización y deuda, y en esa búsqueda de fondos empiezan primero por hacer road shows con inversores, después trasladan parte de su equipo financiero a estos nodos, y acaban por llevar allí los centros de decisión (y a veces hasta sus impuestos, atraídos por los bajos niveles de tributación que caracterizan también a estos nodos, como es el caso de Madrid).
La digitalización ha avanzado mucho, pero los grandes acuerdos económicos se firman mirándose a los ojos, y se cuidan en consejos presenciales, en el que los que han puesto el dinero quieren ver cada gesto del equipo del que depende la rentabilidad y el retorno.
Territorios como Euskadi tienen un reto muy singular en mantener una plaza financiera en el que los agentes financieros e inversores mantengan presencia y centros de decisión. De lo contrario, a medida que nuestras empresas alcancen un cierto tamaño, asistiremos a su implacable deslocalización, para acercarse a aquellos de los que depende su financiación.
Complementariamente a este reto, hay uno igual de importante: entender cómo fidelizar y atraer las inversiones de aquellas entidades que han desplazado su centro de decisión (o nunca lo han tenido aquí, como es el caso de muchas multinacionales), de forma que vean en nuestro territorio un lugar en el que localizar los elementos de mayor valor añadido de sus industrias.
En esto tiene mucho que ver nuestra capacidad de posicionarnos como un polo de conocimiento global, algo que es más sencillo que conseguir ser un nodo financiero de primer nivel en Europa, pero requiere también de visión y perseverancia.
La estrategia de especialización inteligente que se ha desarrollado estos últimos años por nuestras instituciones, o para posicionarnos como centro global de las inversiones socialmente responsables (ESG), o atraer las redes globales de inversión en negocios basado en conocimiento avanzado, son esenciales para nuestro futuro económico y social.
En este contexto cobra también todo su sentido la apuesta por la economía de cooperación, que tiene uno de sus principios fundamentales la visión de que la empresa, junto con otros actores socio-económicos, es un agente activo que coopera en y para la comunidad, es parte de ella. La empresa inspirada en estos principios transciende las fronteras de la organización y comparte una misión junto con la comunidad: trasformar la sociedad.
En esta lógica, el trabajo de convertir nuestro territorio en un nodo de capitales socialmente responsables, y de conocimiento avanzado, no es solo de las instituciones, sino también y fundamentalmente de las empresas privadas.
Ese es precisamente otro de los elementos claves de la economía de cooperación: la colaboración público-privada, que en Euskadi por fortuna goza de muy buena salud, gracias a una cultura de buen hacer y a instituciones que han sabido mantener la proximidad con lo privado sin caer en trampas como la corrupción o la pérdida de su misión fundamental de redistribución de la riqueza.
En el estado, nuestra región destaca en muchos indicadores que reflejan esta realidad. Nos queda la tarea de llevar esta misma lógica al escenario global. Comparados con las regiones líderes en Europa, América o Asia, nos queda una importante tarea por hacer.
Esperemos que este curso que empieza nos libremos de los sobresaltos que de vez en cuando sacuden la economía y podamos concentrarnos en hacer estos deberes, que requieren de foco y de largo plazo. (Para los que se interesan por estos temas, el 17 de octubre Eurobasque, con el apoyo de la Universidad de Deusto, va a organizar otro Seminario centrado en estas cuestiones. Es una tarea que requiere de muchas manos, seréis muy bienvenidos)
Guillermo Dorronsoro
Arizmendiarreta Kristau Fundazioa