Es posible cooperativizar a las empresas vascas (Juan Manuel Sinde)
05/01/2019
¿Es posible cooperativizar a las empresas vascas?
Como es sabido los Parlamentos navarro, en junio del 2018, y de la CAV, en setiembre, aprobaron por unanimidad de todos los grupos parlamentarios sendas resoluciones para promover un Modelo inclusivo participativo navarro/vasco de empresa que, aunque con especificidades singulares, tienen características bastante similares.
Nos adelantábamos así, con una respuesta global, a otros países europeos que, como Francia, quieren impulsar la participación de los trabajadores en la propiedad de la empresa, y otros países que también avanzan en esa dirección. (En este año, 10 países europeos han introducido cambios legales en la misma dirección)
Las características del modelo de empresa a promover y las políticas públicas a las que se insta a los respectivos Gobiernos han producido reacciones diversas.
En primer lugar, la excepcionalidad del carácter unánime de ambas resoluciones, con el acuerdo de grupos de ideologías tan distintas ha causado un cierto asombro.
La propuesta ha suscitado también, por otro lado, sentimientos encontrados en líderes sindicales y en personas con responsabilidades en empresas cooperativas y de la economía social. Algunos la han percibido como una amenaza mientras que otros la han saludado como un avance del que sentirnos orgullosos.
Por lo que se refiere a la sorpresa por el consenso alcanzado, es importante constatar que los participantes en los procesos de reflexión que han concluido en las decisiones citadas (fueran de la ideología que fueran) hemos compartido una común responsabilidad por dejar un legado para las próximas generaciones: el trabajo de calidad, que permita en el futuro el crecimiento personal de nuestros hijos y nietos aquí, depende de nuestra capacidad de “ver lejos” y adelantarnos a los cambios que ya empiezan a otear en el horizonte en el mundo.
Y es que, efectivamente, los cambios en el escenario competitivo mundial exigen, especialmente para la industria, que nuestras empresas deban competir por calidad, innovación y respuesta a las necesidades de los clientes con empresas de países con costes laborales muy inferiores a los nuestros.
Con ese marco, la competitividad de las empresas depende en gran medida de sus profesionales, de sus conocimientos técnicos y capacidad de innovación, así como de su capacidad de trabajar en equipo, …
Estamos hablando, por tanto, de la supervivencia y sostenibilidad de las empresas industriales de Navarra y la CAV que están compitiendo en el mercado global.
No quisiéramos quitar importancia, por otro lado, para explicar los referidos acuerdos, a una cuestión cultural que quizás sea de interés aflorar: existen entre nosotros una serie de valores compartidos, que hunden sus raíces en un humanismo característico de nuestra cultura, reforzado quizás por la influencia de las creencias cristianas, pero que ahora se comparte al margen de las connotaciones religiosas que tuvo en su inicio.
Esos valores humanistas de respeto a la igual dignidad humana de todas las personas implicadas en la empresa, de preocupación por el Bien Común, de solidaridad hacia los menos favorecidos por la fortuna, de búsqueda de la participación de los trabajadores en el proceso productivo e incluso en la propiedad de los medios de producción… son el cemento de una cohesión social que, según apunta Stiglitz, contribuye a la competitividad de un País.
Una vía para inocular valores cooperativos
Bien es cierto, con todo, que algunos sindicatos importantes han criticado aspectos puntuales de este acuerdo. Respetando sus aportaciones, tendremos que trabajar para encontrar la forma de integrarlas en nuestro proyecto. En todo caso, entendemos que podemos ya hacer juntos al menos una parte de ese camino.
Pero también ha sido considerado por líderes sociales como una posibilidad de avanzar en la humanización de nuestras empresas, dando oportunidades de desarrollo personal y profesional a sus trabajadores, así como un mayor protagonismo en su principal actividad diaria. Sería una forma de cooperativizar a las empresas vascas de forma progresiva (aunque, lógicamente, sin alterar su naturaleza jurídica ni la propiedad de las mismas)
Consideramos, por tanto, que es también una oportunidad para los líderes cooperativos que, por razones derivadas de las necesidades de los proyectos empresariales en que están inmersos, deban convivir con fórmulas empresariales capitalistas convencionales.
Ciertamente, no es sencillo aplicar el principio cooperativo de “una persona, un voto” para los trabajadores no socios, ni el principio de que “el capital debe estar subordinado al trabajo” cuando el capital es propio.
Por ello, la original fórmula propuesta es una oportunidad a explorar, tal como lo han entendido líderes sociales de muy distinta naturaleza, para construir un modelo de empresa propio acorde con nuestra realidad socioeconómica y nuestra cultura humanista, que hunde sus raíces en el Paleolítico.
Juan Manuel Sinde
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta