Francisco, elogio de la vocación política. Grupo Vocento. Carlos García de Andoin

27/04/2025

Francisco, elogio de la vocación política

Entre las múltiples declaraciones de estos días destacan políticos de diferente signo que mencionan a Francisco como inspiración y estímulo para su acción. Cierto, desde su primer gran documento como papa, apeló a su necesidad, porque “la política, tan denigrada, es una altísima vocación” (Evangelii Gaudium 205). Era bien consciente de que para muchos la “política hoy es una mala palabra”, aquejada por la corrupción, la ineficiencia y el interés cortoplacista; también sabía de su retroceso frente a estrategias tecnocráticas, populismos y autocratismos, no obstante, defendió a machacamartillo que no puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad, la ecología y la paz sin una “buena política” democrática (Fratelli tutti 176).

No es posible una sana política sin buenos líderes. Reclama políticos “a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres” (EG 205). Llama a la cercanía personal, emocional y cultural a la gente, especialmente a la vida de las personas vulnerables. No habla de una opción ideológica, sino de la experiencia personal sensible del dolor, de la compasión, incluso de la ternura. “También en la política hay lugar para amar con ternura, […] los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen “derecho” de llenarnos el alma y el corazón” (FT 194). Sabe que el lugar social, que esa realidad experiencial, será determinante en las decisiones del buen político. Algo que él mismo ha practicado hasta en sus últimos días: visitando y lavando los pies a los presos de la cárcel Regina Coeli, llamando personalmente cada noche a los refugiados en la parroquia de Gaza o escuchando a las víctimas de la pederastia clerical.

En segundo lugar, propone la práctica de la amistad social. Frente a una política deteriorada por la polarización, en la que prima la manipulación y las técnicas de descalificación del adversario, hasta su destrucción, “aplicándole epítetos humillantes” (FT 201), reivindica un espíritu de fraternidad y de respeto para con el diferente, por las razones que fuere. Contra las políticas de odio promueve el diálogo franco y respetuoso, en la búsqueda de “una síntesis superadora”. Dialogar con quienes mantienen posiciones diferentes u opuestas requiere “acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto” (FT 198). Esta escucha y deliberación fortalece la democracia y a la postre el sentido de pertenencia a una misma sociedad, a un mismo pueblo. Esta cultura del encuentro, que solicitaba a la política, también la ha promovido en el interior de la Iglesia a través de la sinodalidad, el caminar juntos. La puso en práctica incluso en la que acabó siendo su última audiencia, con el vicepresidente Vance. Ambos habían debatido públicamente sobre el significado del amor cristiano: si este comienza por los próximos en círculos concéntricos, a la familia, a los vecinos, a la patria, como sostiene el norteamericano, o si comienza, precisamente, haciéndome prójimo del otro más lejano o más necesitado, atravesando fronteras y barreras de todo tipo, como en la parábola del Buen Samaritano (FT 81).

Pero la buena política, al servicio del Bien Común, no sólo reclama ejemplaridad sino también la sabiduría de la estrategia, del camino. En esto Francisco ofrece una síntesis de cuatro principios de acción para la convivencia social (EG 221-234). El tiempo es superior al espacio. Es un principio que permite trabajar a largo plazo, sin obsesión por los resultados inmediatos. Dando prioridad a iniciar procesos de cambio con convicciones claras y tenacidad, pero sin ansiedad. La unidad prevalece sobre el conflicto. Sin ignorar el conflicto, sabiendo aceptarlo, pero sin quedar atrapados por él para transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. La realidad es más importante que la idea. Si prevalece la idea sobre la realidad se extreman los riesgos de fundamentalismo, división, violencia e ideologización. El todo es superior a la parte, el bien común sobre la perspectiva particular, pero bajo el modelo no de la esfera sino del poliedro, que incluye las diferencias. Son principios que el mismo Francisco ha puesto en práctica en el gobierno de la Iglesia, que le permiten ser un radical en las convicciones y un reformista en las decisiones. El futuro juzgará si los procesos iniciados llevan a las transformaciones internas necesarias, en mujer y laicado, entre otras.

Por último, Francisco, sabedor en propia carne de la frustración que a menudo acompaña el compromiso transformador, decía con esperanza que el político que se mueve por amor, cualquier acción o gesto que haya realizado, cualquier cansancio generoso o dolorosa paciencia, no puede darla por perdida: “todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida” (FT 195). Así sea.

 

Carlos García de Andoin
Teniente alcalde de Sestao. Ha sido director del Instituto de Teología y Pastoral de la diócesis de Bilbao