La democracia muere en la oscuridad. El Economista. Sabin Azua
28/09/2024
La Democracia muere en la oscuridad
Al inicio del período veraniego una querida amiga tuvo la excelente idea de regalarme un libro para ser degustado con placer durante los días de relajación vacacional. Se trata del interesantísimo y altamente aleccionador libro “Frente al Poder” del reputado director de medios de comunicación Martin Baron. Habrá quien recuerde a Baron – ex director del Boston Globe – famoso por el impecable trabajo de investigación sobre la pederastia en la iglesia católica de Boston, que también refleja la película “Spotlight”, y quien sabrá que también dirigió durante años el Washington Post.
En el libro que narra su experiencia en esos últimos años al frente de un medio de comunicación de referencia como el Washington Post, que a los pocos días de su llegada fue adquirido por el magnate empresarial Jeff Bezos, en una época llena de acontecimientos sociales, políticos y económicos de gran trascendencia, que ponen en cuestionamiento muchas prácticas de nuestra sociedad que generan inquietud para abordar el futuro.
He decidió titular este artículo con el lema que acuñó el periódico en esta época porque creo que refleja fielmente el peligro en que se encuentra en estos momentos el ejercicio de una democracia real. Las razones son diversas, como la proliferación de información (teóricamente veraz y confiable) sin ningún tipo de rigor y muchísimas veces de parte, la falsedad de muchas intervenciones públicas, los populismos que cuestionan la convivencia social, el poder económico y político para generar situaciones deseadas, el alejamiento de la conciencia democrática y la defensa de las instituciones, etc.
Creo que existen elementos sobre la evolución de la sociedad que deben hacernos reflexionar sobre el continuo proceso de opacidad que nos lleva hacia una transformación social que, a mi entender, se acerca peligrosamente a derroteros alejados de los verdaderos principios democráticos y un modelo social basado en el desarrollo de la comunidad.
Baron nos expone con absoluta crudeza y certeza el enorme deterioro de la calidad de la información que recibimos, fundamentalmente debido a la banalidad de las comunicaciones de las redes sociales (en la mayoría de las ocasiones canalizadas) y la alineación de medios de comunicación con ideologías o intereses particulares contraria realmente cumplir a la misión de comunicar con objetividad. Nos vemos asediados por cantidad de información y relatos de hechos, pero nos enfrentamos a ello sin capacidad de realizar un pensamiento crítico y con la credibilidad muy mermada.
La oscuridad se extiende y sobran los ejemplos. Por su enorme repercusión, es bien conocida la frase reiteradamente utilizada por Donald Trump, “Son hechos alternativos”, que es una forma propia de enmascarar lo que a ciencia cierta son vulgares mentiras. Mismo modus operandi en México, como las famosas diatribas del presidente AMLO y su frase de cobertura ante falsedades esgrimidas “yo tengo otros datos” que curiosamente, quienes le rebaten lo hacen a través de datos confirmados por su propio gobierno. Vivimos instalados en el riesgo permanente de dejar que se debiliten los principios de responsabilidad de los gobernantes, y los medios de comunicación y los medios de comunicación y redes sociales alimentan esta deriva.
En este contexto, se puede visualizar una tendencia a una sensación de anestesia colectiva que está muy condicionada por la apelación a populismos en ambos extremos, del marasmo social surgen condiciones alejadas de la convivencia y el compromiso colectivo para mejorar la comunidad.
Creo que la sociedad -considerada por muchos autores como líquida – está impregnada de una excesiva influencia de la inmediatez, la falta de compromiso real y no de palabra con el bienestar de la sociedad, el hedonismo, etc. La perniciosa actividad de los “influencers” actuando como generadores de comportamientos en muchos ámbitos sociales, resulta peligrosa cuando son ejercidas sin impacto en el bienestar social. Para alguien como yo, de una generación en la que la palabra “influencia” se vinculaba con relieve intelectual, social, político o económico, la nueva acepción del término es cuando menos, llamativa.
Me preocupa que la sociedad se enfrente a la normalización de esta situación en la que “todo lo que pasa parece normal porque ya nadie recuerda lo que es normal”. Me inquieta que vayamos generando espacios de desencanto, excluyendo a los jóvenes de la construcción de un proyecto compartido, desarticulando valores de esfuerzo, corresponsabilización, compromiso generacional, solidaridad, etc., de nuestro trabajo diario.
Necesitamos instaurar una dinámica de vivencia social donde predomine el bien común sobre el bienestar individual, dónde las influencias sociales se deriven de personas o instituciones con capacidad real de aportación de valor social, con la erradicación de la mentira en los ejes de transformación, más comunicación en tono de positivismo sobre los diferentes acontecimientos, etc. En definitiva, abrir la democracia hacia un estado de pujanza vital que irradie luminosidad.
La tarea nos compete a todos y todas, porque también desde nuestras empresas podemos trabajar a favor de dinámicas de gestión que huyan de la oscuridad y desarrollen sus proyectos en claves de luminosidad. Necesitamos que las empresas abran sus ventanas para permitir la entrada de aire limpio y en constante renovación, adaptando sus mecanismos de gestión y su rol en la sociedad a las dinámicas sociales, económicas y geopolíticas.
Ante las praxis de comunicación que tan bien ilustran los riesgos que hemos mencionado, las empresas podemos responder con más transparencia en todos los ámbitos en los que operamos. La transparencia implica veracidad, conocimiento, atractividad, etc., bases sobre las que se construyen los proyectos empresariales.
La empresa debe ser una comunidad de personas que permita una participación activa de las personas en su gestión y construcción del futuro. Esta participación solo es efectiva sobre principios de transparencia, comunicación, corresponsabilidad y confianza.
El liderazgo en las organizaciones empresariales debe ser colaborativo, dando cauces a los “verdaderos influencers” de la empresa a ejercer su labor pedagógica y de alineamiento en torno al proyecto compartido. Dar cauces para la expresión en la empresa de las y los referentes para las personas que contribuyan a construir la comunidad deseada, buscando desarrollar la competitividad de la empresa.
Necesitamos generar espacios que favorezcan una conciencia crítica en el seno de las organizaciones para buscar los caminos divergentes e innovadores que refuercen la competitividad empresarial en medio de estos entornos sociales, políticos y económicos tan oscilantes. La gestión inteligente de las personas adquiere una expresión singular en estos procesos de transformación que son necesarios en toda actividad empresarial.
Es preciso que la empresa, desde la transparencia y la búsqueda de mejora de competitividad, asuma un rol de cooperación y apertura hacia los diferentes agentes del conocimiento que aporten valor real a la empresa y a sus profesionales, generar espacios de comunicación y trabajo compartido con empresas de referencia, potencie la vinculación con agentes sociales, culturales y políticos en el marco de la apertura a nuevos pensamientos de calidad que hagan avanzar el proyecto empresarial.
Creo que es imprescindible construir, sobre el tremendo camino recorrido por la empresa en este sentido, hacia una mayor influencia de la apertura de la empresa hacia lo social, con proyectos de desarrollo inclusivos que den oportunidades a personas con perspectivas y vivencias diversas. En el futuro, como decía Michael Porter, “las empresas que no combinen la generación de valor económico y social compartido, no van a ser competitivas”.
Solamente una recomendación final, contribuyamos a llenar de luz la sociedad y nuestras empresas, trabajemos para que la democracia y nuestra organización no mueran en la oscuridad.
Sabin Azua
Presidente de EUSMEX S.L.