Legitimidad de los centros de iniciativa social (Etiker)

29/05/2019

LEGITIMIDAD DE LOS CENTROS DE INICIATIVA SOCIAL

 

Los centros de educación concertada de iniciativa social (entre otros, los de Kristau Eskola-KE) están inmersos en un conflicto que tiene su foco visible en la cuestión laboral. Hoy en día, KE atiende aproximadamente a 120.000 estudiantes en la CAV, casi un tercio del total del alumnado.  En el pasado, antes de la transición de 1978, esa proporción aún era mayor, por ser la enseñanza pública muy deficiente en muchos lugares.

La parte negociadora de KE y la parte sindical llevan un tiempo largo negociando sin llegar a acuerdo, con consecuencias negativas para alumnos y padres. Sin entrar en sus detalles, por carecer de  información contrastada, deseamos que se llegue a un acuerdo bueno y justo que recoja las demandas del personal docente en lo posible, y posibilite la viabilidad económica de los centros de iniciativa social a medio/largo plazo.

En nuestra sociedad, los centros de enseñanza son entidades públicas o privadas, y éstas pueden ser concertadas por la Administración Pública o depender exclusivamente de fondos propios.

Queremos poner en valor estos centros de educación concertada de iniciativa social, no en detrimento de las demás, sino por su aporte a la educación de niños y jóvenes, a los que se les presenta un horizonte de  vida para la búsqueda del Bien Común. Centros, padres y alumnos que quieren una actitud proactiva ante/para la vida; padres y estudiantes que desean tejer una ciudadanía sustentada en valores de justicia, libertad… desde los principios de solidaridad y subsidiariedad.

Algunos centros de iniciativa social intentan dar este contenido con una pedagogía que quiere adecuarse a una sociedad diversa, compleja y dinámica.

Educan desde una mirada ética, sustentada en el valor absoluto (dignidad) de la persona, en el horizonte de los Derechos Humanos Fundamentales que se proclamaron el 10 de diciembre de 1948.

KE desea invitar a una mirada del mundo sustentada en la dimensión del humanismo cristiano; generando dinámicas de inclusión en lo personal ante la iniquidad, descarte y exclusión; y haciendo para transformar las estructuras de injusticia en estructuras de justicia.

Los padres somos los garantes del cuidado y la educación de nuestros hijos, nuestra es la obligación de dar la mejor educación que ayude a los hijos de hoy a ser los adultos de mañana. Adultos que se cuiden y cuiden a los demás, adultos que agradezcan los bienes de la naturaleza y protejan la Casa común, adultos que sigan el trabajo de transformar la sociedad que sus padres trasformaron dentro de sus posibilidades.

Para esta labor educativa partimos de la familia, la educación se sustenta en la familia, y también en la enseñanza. Por ello, entendemos importante la diversidad de centros en la enseñanza, centros que abarquen la educación que los padres sueñan para sus hijos. Así, tienen cabida las entidades públicas y privadas. Estas segundas, en tanto abogan por el interés general de la sociedad y responden a lo que la ley y su norma exigen, pueden ser concertadas por la Administración pública, de manera que se realice el derecho de los padres a elegir el ideario educativo para sus hijos.

Abogamos por una laicidad, que no laicismo, que constituya las bases de una educación común con el respeto a la singularidad de creencias o cosmovisiones. Y en tanto la singularidad no esté en contra de lo establecido por la ley, entendemos que la Administración ha de posibilitar la voluntad de los padres que quieren dicha singularidad en la educación de sus hijos.

La sociedad la construimos entre todos y va evolucionando, adaptándose a nuevas realidades personales y sociales. Los cristianos, también sus entidades educativas, como cualquier otro ciudadano, hemos de trabajar por una sociedad inclusiva que acoja, cuide y defienda a sus ciudadanos, sobre todo a los más débiles y vulnerables; reclamando a la Administración pública que vele por el cuidado de la salud, la educación y la renta suficiente para sus ciudadanos. Construyamos redes de convivencia cívica y humana, y acompañemos a las personas en su búsqueda de sentido, aflorando la pregunta de para qué vivir, y respondiendo con la coherencia en el vivir diario.

Entendemos por todo lo dicho, que los centros de iniciativa social (y, con ellos, Kristau Eskola) tienen lugar en la comunidad educativa vasca, de manera que se asegure una educación integral de todos los alumnos, con vistas a su participación en la realización de esa soñada auténtica sociedad humana.