Nuevas economías para una vieja Europa (Guillermo Dorronsoro)

21/07/2016

Cuando bautizaron a Europa como “el viejo continente”, lo hicieron por contraste con el nuevo que acababa de descubrir Cristóbal Colón. Quinientos años más tarde, podría llevar ese adjetivo también por cuestiones demográficas. Solo Japón nos aventaja en la proporción de personas de edad avanzada y en el retroceso demográfico, y como continente no tenemos rival en esto de acumular canas.

Y esta evolución tiene impactos directos en nuestra realidad económica y social. Por una parte, vamos a perder fuerza laboral y vamos a incrementar la población dependiente del sistema de pensiones y usuaria más intensiva del sistema de salud. Por otra parte, consumiremos, ahorraremos, invertiremos y asumiremos riesgos de manera diferente, nuestra sociedad en 2050 tendrá una media de edad superior a los cincuenta años…

Muchas ecuaciones a las que estamos acostumbrados, dejarán de tener solución. De hecho ahora mismo ya nos está ocurriendo. Las políticas monetarias de Mario Draghi y las inversiones del Plan Junckers siguen sin conseguir ritmos de crecimiento vigorosos en la economía europea ¿qué pasará cuando se acaben? El paro juvenil, la brecha entre el Norte y el Sur de Europa, las migraciones que no cesan… Los problemas se amontonan, y las viejas recetas no parecen tener la capacidad de curarlos.

Todo ello tiene una irónica ventaja. Europa se asoma a un Siglo XXI igual que lo ha hecho los últimos veinte: es la primera al borde del precipicio. En Europa cayó el Imperio Romano, en Europa cayó el modelo medieval, en Europa todas las revoluciones que nos han traído hasta aquí.

Una vez más, nos toca ser pioneros en afrontar el relevo entre dos grandes modelos socio-económicos. Y no porque tenemos más imaginación, o somos más rompedores. Nos toca porque es aquí donde el sistema se está rompiendo más rápido, hay más preguntas sin contestar.

Claro, que también tiene un inconveniente. No es evidente cuál es el nuevo sistema que tomará el relevo. Las nuevas economías son legión: economía colaborativa, economía del bien común, economía directa, economía circular, economía azul, economía solidaria, economía sostenible, economía del decrecimiento…

Seguro que dentro de un siglo, un historiador lo explicará en una página del libro de manera bastante razonable, aunque ahora mismo lo cierto es que es un auténtico galimatías. Porque todas las nuevas economías encierran una semilla de lo que está por venir, pero no es evidente que todas ellas acabarán por dar cosecha. Muchas de ellas harán un viaje de ida y vuelta, más o menos largo (basta con recordar algunos de los -ismos que han recorrido el Siglo anterior con la promesa de tomar el relevo del capitalismo, sin que ninguno de ellos lo haya conseguido).

Hay algunos que dicen que esta vez no seremos capaces, que con la edad avanzada perderemos dinamismo, ideas, capacidad de transformar. Y, por lo tanto, que otros serán los que vengan de fuera a imponernos una solución (igual que Europa ha exportado su modelo, ahora lo hará otro con nosotros: China, quizá).

Puede que tengan razón. Sí es cierto que con la edad perdemos flexibilidad, nos hacemos más conservadores, nos apegamos a costumbres. También es cierto que maduramos, adquirimos experiencia, nuestro juicio se va afilando.

Una publicación de una agencia norteamericana de inteligencia, en un reciente ejercicio de prospectiva para este Siglo XXI, planteaba tres escenarios posibles para Europa: Colapso, Declive o Renacimiento. Colapso porque la acumulación de problemas nos puede romper, puede hacer que clases sociales o estados se enfrenten unos con otros, ya ha pasado antes también… Declive porque sin necesidad de rompernos, podemos ir perdiendo prosperidad, oportunidades y futuro, en un proceso que algunos lugares de Europa ya conocen…

Renacimiento, porque antes hemos sido capaces de reinventarnos, de generar nuevos modelos, mejores que los anteriores. Hemos sido capaces de soñarlos y, no si trabajo, hemos sido capaces de llevarlos a la realidad. La democracia nace en Europa, las sufragistas empezaron su pelea aquí, la seguridad social universal, la ciencia moderna, el movimiento cooperativo…

No es mérito. Simplemente, nos ha tocado ser los primeros en asomarnos al abismo. Y la Historia nos dice que, en el momento preciso de saltar, en ese justo momento, es cuando abrimos las alas y volamos. Sucederá otra vez, ya lo verás.

Guillermo Dorronsoro
Decano de Deusto Business School.