¿Seguir con el sueño de cooperativizar Euskadi? Juan Manuel Sinde. Grupo Vocento

08/08/2023

¿Seguir con el sueño de cooperativizar Euskadi?

El pasado 1 de julio se celebró el Día Internacional de las Cooperativas, lo que se viene repitiendo desde hace más de 100 años y fue institucionalizado por la ONU en 1992 para distinguir una fórmula jurídica que es un referente a nivel mundial de empresas con valores humanistas y que tiene en Euskadi un ejemplo de prestigio universal.

En ese sentido, no puedo olvidar que precisamente en ese mismo día de 1975, y procedente de un banco industrial en Madrid (la aristocracia bancaria de la época), me sumé de forma ilusionada a una entidad, Caja Laboral, que no contaba ni remotamente con los recursos del primero (que, paradójicamente fue absorbido unos años después), pero que tenía un elemento capaz de suscitar una entusiasta adhesión: el propósito de promover empresas más humanas en un mundo más justo y solidario.

En aquellos años en que se vivieron los estertores de la dictadura, la sociedad vasca se movilizaba para recuperar sus señas de identidad y, entre ellas, buscar un modelo económico más justo, para lo que la Experiencia de Mondragón era un referente excepcional.

En ese contexto, algunas personas visionarias señalaban que la misión de dicha Experiencia sería, ni más ni menos, que “cooperativizar Euskadi”. (Con la comprensible excepción, indicaban, de algunas grandes empresas como Iberduero, Altos Hornos o los bancos de Bilbao y Vizcaya, que, según su visión, “serían nacionalizadas”).

Ciertamente, ambición e ilusión no faltaban al tratar de aplicar el móvil de Arizmendiarrieta de “transformar la empresa para transformar la sociedad”.

La realidad, sin embargo, se reveló más compleja de lo que preveíamos: la incorporación del estado español al espacio económico europeo y la sustitución del Ministerio de Trabajo por el Banco de España en la supervisión de las cooperativas de crédito modificaron radicalmente el escenario.

A Caja Laboral se le limitaba realizar una política crediticia “solidaria” que consistía en asumir buena parte de las pérdidas de las promociones empresariales cooperativas que fracasaban. Los márgenes del negocio, por otro lado, no daban ya para tanto como anteriormente.

La necesidad de internacionalización de los negocios cooperativos trajo consigo otra realidad ideológicamente paradójica:¿cómo aplicar el principio de que el capital debe estar subordinado al trabajo cuando el capital es nuestro y el trabajo de otros?

Esos cambios han provocado el hecho de que hemos pasado de 82 cooperativas en el año 1976, año del fallecimiento de Arizmendiarrieta, a 95 en el 2022 (contando los Grupos Mondragon, Ulma y Orona), incrementando así sólo en 13 el número de cooperativas, cuando la cifra de SA o SL creadas superan ampliamente las 200. Lo que ha supuesto, por otro lado, que en los últimos 40años un porcentaje cercano al 80% de los nada menos que 40.000 puestos de trabajo creados (cifra ciertamente espectacular) lo hayan sido en Sociedades Anónimas.

Estos cambios se han producido, además, manteniendo, a la vez, los principios cooperativos y también nuestras convicciones expresadas en los sucesivos Congresos. ¿Bellas intenciones que, desafortunadamente, no son posibles de aplicar más que en una pequeña parte de las nuevas realidades empresariales?

Contrariamente a lo que se podría pensar, ello no se debe a una menor adhesión a los valores y prácticas de gestión cooperativos, que son unánimemente compartidos, sino a diversas razones que convergen, en último término, en la inadecuación de la citada fórmula jurídica para canalizar los proyectos de desarrollo de las cooperativas industriales existentes.

Por ello tal vez sea necesario volver a las fuentes del pensamiento de Arizmendiarrieta, que buscaba sobre todo humanizar las empresas, reinventando un cooperativismo para los tiempos actuales. Aprovechando el humanismo cristiano en el que se educó, como importante fuente de inspiración también hoy, para buscar nuevas fórmulas que concilien la competitividad empresarial y el desarrollo humano(y para las que, entre otras, puede ser también una opción el Modelo inclusivo participativo de empresa que desde la Fundación Arizmendiarrieta estamos promoviendo).

La igual dignidad de todas las personas, con independencia de su condición, la prioridad del Bien Común, los valores sociales favorables a la justicia social, a la solidaridad, a la cooperación y al compromiso con la Comunidad son entre nosotros un suelo común de valor incalculable para construir proyectos empresariales compartidos con raíces humanistas.

Es preciso recordar que Arizmendiarrieta concebía las cooperativas como “promotoras de un nuevo orden social” y subrayaba que “sería muy pobre el concepto que pudiera tener el mundo de un cooperativismo que no sirviera para nada más que para crear otras minorías con más elevado grado de bienestar”, insistiendo en que “nuestra meta es que se acepten los principios cooperativos no sólo en los límites estrechos de la actividad cooperativa sino también en los asuntos del Estado y, en general, en la vida de la nación”.

Supondría reverdecer el sueño de cooperativizar Euskadi, aunque utilizando fórmulas jurídicas diversas. Ambición que, obviamente, tendría que ser asumida por las actuales y futuras generaciones de líderes empresariales, que busquen retomar los sueños iniciales reformulándolos con el sentido práctico que siempre ha caracterizado la cultura de la Experiencia Cooperativa, a fin de poder seguir aportando nuevos frutos a la Comunidad en forma de empresas más humanas y sostenibles.

Los tiempos cambian y supondría, en definitiva, seguir atentos a lo que indicaba Arizmendiarrieta en el sentido de que lo importante no es durar, sino renacer y adaptarse.

 

Juan Manuel Sinde
Presidente de la Fundación Arizmendiarrieta y socio colaborador de Laboral Kutxa