Transformar la empresa, transformar la sociedad (Juan Manuel Sinde)
11/12/2017
Hace ahora 10 años que un grupo de cooperativistas (entre los que se encontraban los fundadores del Grupo Mondragon), junto con unos pocos profesionales cercanos y un sacerdote creamos la Asociación de Amigos de Arizmendiarrieta con la finalidad, entre otras, de reflexionar sobre nuevas aplicaciones del pensamiento de D. Jose María al mundo empresarial y social. Entendíamos entonces que sus ideas y valores resultaban, aún a pesar de algunos fracasos, una referencia de interés social y de éxito empresarial.
Considerábamos que la progresiva globalización de los procesos económicos, junto al acelerado desarrollo de los descubrimientos científicos y técnicos exigen que cada comunidad se resitúe en el mapa del desarrollo mundial. Contando, en primer lugar, con empresas competitivas y sostenibles en un nuevo escenario global.
En ese contexto, ha sido clara la necesidad de un modelo de empresa que, en nuestro caso, debe resultar de una adecuada síntesis de nuestra filosofía humanista y valores cooperativos, por un lado, y de sistemas de gestión que aprovechen y potencien las capacidades de las personas, por otro. Teniendo en cuenta también para ello las potencialidades que nos ofrecen nuestra cultura y autogobierno. De forma que sean no sólo más competitivas sino también más satisfactorias para las personas en ellas ocupadas.
Pero con ser importante esa tarea, hay que recordar que Arizmendiarrieta iba más allá, ya que consideraba que los valores de la doctrina social de la Iglesia son, asimismo, aplicables a la vida económica y social, en general. La prioridad de la persona, la dignidad del trabajo, el fin social de la actividad económica y el compromiso con la comunidad no se reducen a la empresa, sino que la trascienden.
Por ello, llevó la cooperación a otros ámbitos poco explorados hasta entonces. Fomentó una solidaridad inter-empresarial que ha permitido que empresas que en circunstancias normales hubieran desaparecido empleen hoy a miles de profesionales, con resultados económicos brillantes.
Fue, además, innovador aplicando esos valores, “inventando” nuevas fórmulas cooperativas. Como ejemplo, Laboral Kutxa es una de las más de 50.000 cooperativas de crédito existentes en el mundo, pero la única cuyos socios principales son empresas y una de las pocas en las que sus profesionales son socios y participan en la gestión, los resultados y la propiedad ,… aunque sin tener, por otra parte, el control característico de las cooperativas convencionales.
Promovió también nuevas fórmulas de cooperación en el ámbito de la educación, en donde puso en práctica sus convicciones buscando que cooperen grupos de alumnos, padres, profesores y sociedad circundante interesada en el proyecto.
O en la investigación, con Centros en los que se arbitran fórmulas “cooperadoras” en las que los distintos intereses de profesionales y empresas clientes están razonablemente equilibrados y permiten y estimulan el esfuerzo de todos.
Así las cosas, nos corresponde a los seguidores de Arizmendiarrieta ser también creativos e innovadores en la aplicación de los valores por él proclamados en la vida económica y social. De forma que se compaginen progreso económico y valores humanistas de solidaridad y cooperación a diferentes niveles.
En primer lugar, en el propio ámbito interno de la empresa, buscando la reforma de las fórmulas empresariales más generalizadas en nuestra sociedad, que permita practicar la cooperación con nuevas alternativas adecuadas a la realidad competitiva actual, muy distinta de la que existía cuando Arizmendiarrieta inició su Experiencia.
Pero también en la cooperación entre empresas. En ese sentido, coincide que recientemente algunos estudios muestran que existe una relación entre el tamaño de las empresas y la expectativa de crecimiento del PIB. Sería la explicación por la que Alemania, con salarios medios un 30% superiores a los existentes en el País Vasco, mantiene una balanza comercial muy positiva debido al éxito de sus exportaciones, al tener un tamaño medio de sus Pymes aproximadamente doble que las nuestras.
¿Es posible encontrar nuevas fórmulas de intercooperación entre Pymes que favorezcan su competitividad e, indirectamente, a los trabajadores en ella empleados? Algunos ejemplos comarcales o de grupos especiales así parecen corroborarlo. Pero quizás, desde la iniciativa del Gobierno Vasco de impulsar los “clusters” sectoriales en la década de los 80, no se han dado con nuevas ideas de tanto calado (que posiblemente existan en algunos países del mundo).
Análogo comentario puede hacerse en relación con el problema de la desigualdad social. La comarca de Debagoiena presenta unos índices muy positivos en lo que a menor desigualdad social se refiere. Pero poco se ha experimentado en otros lugares del País para poner en marcha iniciativas de cooperación de distintos agentes buscando la incorporación de los sectores excluídos de la vida social.
Arizmendiarrieta nunca pensó que su misión se limitaba a ayudar a un número limitado de trabajadores, sino que entendía que el principio de solidaridad debía extenderse a capas cada vez más amplias de la sociedad.
Mantener su legado empresarial y desarrollarlo creando nuevas cooperativas es, sin duda, una gran aportación en los difíciles tiempos actuales y ello merece un claro reconocimiento a sus responsables. Pero ampliar su influencia y valores a otras actividades y sectores sociales resulta ser una obligación moral para los que nos consideramos sus seguidores. Para que su aplicación favorezca cada vez a más personas entre nosotros.
Juan Manuel Sinde
Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa