Una economía vasca competitiva, con valores humanistas y sentido comunitario. Juan Manuel Sinde. Grupo Noticias
30/06/2024
Una economía vasca competitiva, con valores humanistas y sentido comunitario
Una vez definidas las fuerzas políticas que asumen responsabilidades de gobierno y las que, desde la oposición, vayan también a contribuir al bienestar general, se abre un período en el que se puede sustituir la confrontación partidista consustancial con el período electoral vivido por otro en el que se ponga el foco en construir nuevas soluciones a los problemas de la sociedad vasca. Es claro que ni todas las propuestas de la mayoría gobernante serán las más acertadas, ni todas las de la oposición estarán equivocadas. Quizás en este marco poselectoral se abre de cara a los próximos años una oportunidad a la cooperación en el ámbito socioeconómico, probablemente imprescindible para aprovechar adecuadamente las potencialidades de los ciudadanos e instituciones vascas.
En ese contexto situamos una posible guía, un posible propósito para el futuro en el ámbito socioeconómico: construir una economía vasca competitiva en el escenario internacional, con valores humanistas ampliamente compartidos entre nosotros y con un sentido comunitario que aporte la cohesión social necesaria para afrontar con éxito los retos futuros.
Quizás a algunas personas les parezca un oxímoron pretender conciliar la competitividad con determinados valores humanistas y el sentido comunitario. Tal vez por entender la competitividad ligada a planteamientos empresariales que sólo buscan el máximo beneficio y el retorno máximo para los accionistas.
Es claro, en cualquier caso, que la competitividad de una empresa es imprescindible para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. Ya que, de lo contrario, bien desaparece, bien es absorbida por otra más capaz de ofrecer al mercado mejores productos y servicios. La creación de riqueza por las empresas de forma sostenible es, por tanto, la base para una sociedad que ofrezca servicios públicos de calidad y oportunidades de desarrollo a las personas. La alternativa de un progresivo empobrecimiento y un aumento del endeudamiento, aunque presentada en ocasiones de forma paradójica como más progresista, es un camino seguro hacia la desaparición como sociedad con personalidad propia. “La revolución moral será económica o no será” afirmaba Arizmendiarrieta.
A largo plazo, lo mismo puede suceder a una sociedad, que no sólo debe tener empresas competitivas sino también una administración eficiente que gestione adecuadamente tanto los servicios públicos fundamentales de enseñanza, sanidad, … como otros menos críticos para las personas, pero también necesarios para el funcionamiento social.
Las estimaciones del economista inglés Paul Mason indican que la presión de las necesidades sociales en los países desarrollados llevará a que sólo el 20% de la Deuda Pública de los estados occidentales cumplirá los requisitos de rating para ser suscrita por los inversores institucionales. Se avecinan, por tanto, tiempos complicados, en los que los gobiernos habrán de experimentar nuevas fórmulas para prestar servicios de forma satisfactoria para los ciudadanos, pero de forma que, a la vez, tengan costes soportables. De lo contrario nos arriesgamos a que, al cabo del tiempo, haya necesidades sociales mal resueltas (y la evolución demográfica hace pensar en dificultades crecientes para ello) y a que, de hecho, sean otras instancias externas las que fuercen las decisiones a tomar por nuestra sociedad (en ese sentido el trabajo reciente de Krishan Kumar muestra las razones del declive de imperios, durante siglos muy poderosos, pero hoy en la bancarrota con sus habitantes sumidos en la pobreza)
En ese contexto, ¿la puesta en práctica de valores humanistas de respeto a la dignidad de las personas, de cooperación, corresponsabilidad y participación en la vida económica para la búsqueda del bien común, la solidaridad con los más desfavorecidos son un hándicap para esa necesaria competitividad o una ayuda para la misma? (A destacar, en cualquier caso, que son valores compartidos por los distintas sensibilidades sociales y políticas vascas. Resulta significativa, en ese sentido, la importancia que da Eugenio del Río, histórico dirigente del Movimiento Comunista, a la influencia cristiana en los valores y propuestas de los jóvenes revolucionarios vascos del postfranquismo).
Aunque no hay estudios que midan empíricamente la incidencia de esos valores en la competitividad de las sociedades, sí existen referidos a las empresas. Lo que, como detalla la asociación europea EFES (Europan Federation of Employee Share Ownership), están siendo tenidos en cuenta por gobiernos de diferentes adscripciones ideológicas. De tal forma que sólo en el pasado año en 10 países de la UE se han tomado medidas para impulsar la participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas, destacando el caso de Francia que se ha propuesto aprobar una ley marco que permita doblar el número de trabajadores propietarios para el año 2030.
El valor de la cooperación entre empresas, por otro lado, está comprobado que ayuda a la supervivencia de empresas con dificultades coyunturales o a mejorar la propuesta de valor de empresas pequeñas, capaces de ponerse de acuerdo en colaboraciones de distinto calado.
Quedan, sin embargo, por explorar numerosas opciones adicionales. Sin ir más lejos, en Edimburgo y Leeds parlamentarios del Cooperative Party inglés (pequeño partido tradicionalmente asociado al Partido Laborista) están tomando iniciativas para coordinar actuaciones de instituciones públicas locales y empresas privadas para favorecer la economía de dichas ciudades, que posiblemente serían interesantes de experimentar en nuestro caso.
Como también estarían pendiente de indagar fórmulas de participación en la gestión de los trabajadores públicos. Según un estudio de The Economist realizado en diversos países occidentales, el coste de los asalariados públicos superaba en un 25% el coste de sus homólogos del sector privado. Sea por las cautelas personales de los negociadores preocupados también por su carrera política, sea por la mayor sindicación de dichos trabajadores, sea por la exitosa estrategia de los sindicatos respectivos, parece que la realidad está extendida en muchos países y, por tanto, no fácil de corregir, con sus consecuencias para el erario público.
¿Se podría compensar ese mayor coste con fórmulas de participación que mejoren la eficacia de la gestión y una mayor implicación de dichos profesionales de forma que redunden, a su vez, en una mayor eficiencia y una mejor calidad de los servicios prestados?
En otro orden de cosas y referidos al sentido comunitario, estudios comparativos probablemente destacarían la mejor posición relativa de la realidad vasca desde el punto de vista de la importancia del sentido de comunidad en nuestra cultura tradicional. Algunas realidades como el movimiento de las ikastolas, el de las cooperativas de trabajo asociado o una rica experiencia de instituciones como Cáritas, Gureak, Lantegi Batuak y otras ligadas a instituciones religiosas o ONGs así lo confirman. No olvidemos, además, que el sentido comunitario es el cemento que favorece la cohesión social, una de las claves del éxito futuro de las distintas comunidades según el estudio realizado por el Consejo Nacional de Inteligencia de USA. El desarrollo y estructuración para darle mayor peso social a ese espacio comunitario es una de las propuestas de Javier Retegui en su reciente libro “Horizontes de esperanza”.
Pero tampoco podemos olvidar, sensu contrario el conocido adagio de que “el éxito conduce a la altanería y la altanería es la antesala del fracaso” como de hecho ya les ha ocurrido a imperios más poderosos. Poner en marcha de forma sistemática una Economía de Cooperación que busque promover una economía vasca competitiva con valores humanistas y sentido comunitario podría ser un lugar de encuentro, un propósito a compartir en el ámbito socioeconómico por los diversos agentes económicos, políticos y sociales vascos. Desde la Fundación Arizmendiarrieta nos aplicaremos para poder hacer nuestra modesta aportación al mismo.
Juan Manuel Sinde
Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa